Noches tardías y preocupaciones no expresadas
Evan empezó a llegar a casa más tarde de lo habitual, y no pude evitar preguntarme qué le retenía. Me quedaba despierta, con la esperanza de encontrar un momento para hablar, pero para cuando entraba, siempre parecía agotado. “¿Otra vez has quedado tarde? Le preguntaba con delicadeza, intentando no presionarle, pero él se limitaba a asentir con la cabeza y a pasar de mí. Sus respuestas vagas y evasivas no hacían más que aumentar mi preocupación, y cada vez estaba más desesperada por comprender qué había cambiado en él. Sus trasnochadas pronto se convirtieron en una inquietante rutina que no podía ignorar.

Tardanzas y preocupaciones no expresadas
Las conversaciones se restringen
Estaba claro que Evan tenía la mente en otra parte: se quedaba a medias, divagando incluso mientras hablábamos. “Evan, ¿qué está pasando realmente? Le preguntaba, intentando abrirme paso, pero su atención siempre parecía dividida, como si una parte de él estuviera en algún lugar al que yo no podía llegar. Su expresión distante y su silencio me hacían sentir como si me aferrara a una brecha cada vez mayor. Añoraba la facilidad de nuestras antiguas conversaciones, ahora sustituidas por intercambios tensos y superficiales, y no podía evitar la sensación de que ocultaba algo mucho más profundo.

Las conversaciones se restringen