La risa se desvanece
Sam estaba cerca, apoyado despreocupadamente en su camión, con una sonrisa divertida en los labios. “¿Habéis visto alguna vez que la risa desaparezca tan rápido?”, musitó, con los ojos brillantes. La multitud permaneció encerrada, con la tensión tensa como un resorte en espiral. Las burlas de los motoristas empezaron a perder intensidad, su bravuconería se atenuó a medida que una inquebrantable sensación de malestar se apoderaba de ellos, aunque no sabían muy bien por qué. El comentario de Sam me hizo darme cuenta de que no se trataba de un intercambio más; estábamos viendo cómo algo cambiaba, algo mucho más grande de lo que habíamos supuesto en un principio.

La risa se desvanece
Entrando en su cabina
El camionero terminó de repostar y, con una sonrisa fácil, volvió a subir a la cabina. El motor rugió bajo él y su potencia se tragó las últimas risitas nerviosas de Jake y Travis. Había algo deliberado en su forma de moverse: tranquilo, sin prisas, pero con un innegable control. Podía marcharse en cualquier momento, y esa certeza no hacía sino profundizar el misterio. La multitud contuvo la respiración, con los ojos clavados en él, esperando a ver si realmente se marchaba, o si por fin estaba a punto de producirse el momento que todos presintieron que se avecinaba.

Entrar en su taxi